El hombre recibió una pena de 12 años de prisión por haber violado a una nena cuando tenía entre 9 y 13 años. Llegó en libertad al juicio y fue detenido inmediatamente en la sala del Tribunal Oral N° 4.
Un exconvicto fue condenado a 12 años de prisión por haber abusado sexualmente a la hija de su pareja desde sus 9 años hasta sus 13 y, si bien llegó en libertad al juicio, fue detenido en la sala del Tribunal Oral N° 4 para cumplir la pena en prisión.
Los jueces Gustavo Raúl Fissore, Alfredo José Deleonardis y Fabián Riquert condenaron a F.A.D. (su nombre no figurará en el artículo para proteger la identidad de la víctima) a la pena de 12 de años de prisión por el delito de “abuso sexual cometido contra una persona menor de 13 años y mediando amenazas, agravado por mediar acceso carnal y por haberse aprovechado de la situación de convivencia preexistente”.
Además, los jueces lo consideraron “reincidente“, ya que F.A.D. había sido condenado a cuatro años de prisión por el Tribunal Oral N° 1 en 2010 por el delito de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización.
Maltratos, vulnerabilidad, drogas y abusos
Los aberrantes abusos sexuales que sufrió “J” (el nombre de la víctima no será publicado para proteger su identidad) entre 2012 y 2017 por quien era su padrastro encierran una historia compleja de marginalidad, vulnerabilidad, violencia, drogas y desprotección de la menor.
F.A.D. , que hoy tiene 46 años, sufrió maltratos desde muy pequeño y a los nueve años abandonó la casa de su madre por las golpizas que le daba su padrastro.
En 2008, F.A.D. se casa con la mamá de la víctima, quien además de “J” tenía otros dos hijos. Según la mujer, en esa época es cuando el condenado empieza a vender drogas y ella empieza a consumir.
En 2010 F.A.D. es condenado y queda alojado en la cárcel de Batán. Su esposa lo iba a visitar y en esas visitas se veía el grado de violencia con el que el hombre la trataba, situación advertida por el personal penitenciario por lo que la mujer deja de ir de visita a la cárcel.
En 2012, al hombre le dan la libertad y lo llevan en un patrullero a la puerta de la casa de su esposa. “No sé si pegarte o darte un beso”, le dice al verla y, tras años de ausencia, retoman la relación y también vuelven las discusiones, la violencia, el consumo de droga y empiezan los abusos sexuales a “J”, quien tenía 9 años.
Con el tiempo, la pareja compra una casa en el barrio San Martín, donde el hombre instala un taller y donde, según comentó la víctima tanto en Cámara Gesell como en el juicio, los abusos sexuales se intensificarían.
Las peleas y discusiones en la pareja eran cada vez más violentas. La mujer llegó a decir que F.A.D. le disparó con un arma calibre 22. En septiembre de 2017 , la mujer denunció a F.A.D. por los golpes y maltratos y el 26 de septiembre el Juzgado de Familia N° 1 ordenó la restricción de acercamiento, medida que el hombre incumpliría sistemáticamente.
Fue justamente esa orden de restricción de acercamiento con la que pudieron sacar a F.A.D. de la casa que del barrio San Martín lo que marcó el fin de los abusos sexuales que sufría “J” y que la madre no sabía, ya que la niña dijo que no le podía contar porque “vivía dopada” por las drogas.
Años de silencio, la necesidad de contar el sufrimiento
Como suceden en numerosos casos de abusos sexual infantil, F.A.D. había amenazado a la víctima para que no contara los tormentos que le hacía vivir. El hombre le repetía a la niña que, en el caso de hablar, mataría a su mamá, a ella y a sus hermanos.
“J” pasó años en silencio, en los que se sentía agobiada, mal consigo misma, con miedo del hombre que la abusaba y hasta vergüenza de contar lo que le pasaba. Primero se abrió con una amiga y luego, con la restricción de acercamiento impuesta a F.A.D., le pudo contar a una tía todo el horror que había soportado, quien no dudó y la llevó a la Comisaría de la Mujer para hacer la denuncia.
En Cámara Gesell, ante una psicóloga, la nena, que tenía por ese entonces 13 años, pudo contar todo. Explicó que los abusos empezaron justamente cuando el hombre salió de la cárcel y se extendieron por 5 años. Contó de las amenazas y de la violencia que existe entre su madre y la pareja.
Para la profesional los dichos respecto a los abusos “fueron claros, coherentes y sin contradicciones, no habiendo observado indicadores compatibles con fabulación“.
Por otra parte, la psicóloga observó que la menor tenía “sentimientos inadecuación, inseguridad, baja autoestima, desconfianza y sensación de vivir bajo amenaza” y, además, que el haber atravesado un intento fallido de suicidio era un motivo de alarma que debía ser atendido urgentemente.
Ya en el juicio, y con 19 años, “J” pidió hablar ante los magistrados y, como ser oída es su derecho como víctima brindó un testimonio contundente y en la misma sintonía a lo que había dicho en Cámara Gesell casi cinco años atrás. “Me siento mal, agobiada, es algo que necesito hacer. Creo que no voy a poder, pero voy a poder, necesito un cierre, necesito paz”, expresó la joven al inicio de su testimonio, el que fue considerado como “plenamente veraz” por los jueces.
Un abusador con “poca reflexión sobre sus actos”
La perito psiquiatra oficial describió a F.A.D. como “una persona con poca capacidad de
introspección y reflexión sobre sus actos, tendiente al uso de mecanismos exculpatorios, que no se muestra en forma alguna idóneo para conmover el valor convictivo”.
El perfil psiquiátrico trazada va en línea con lo que fue la exposición del condenado en el juicio, en el que explicó que la ruptura de la relación con la madre de sus hijos mayores se la atribuye a ésta, quien “decía que se iba a trabajar y en realidad se iba a otro lado”; su relación con las drogas se la atribuye a la madre de “J”, al decir que “por ella conocía las drogas y no antes”; la condena firme por tenencia de estupefacientes con fines de comercialización por la que permaneció casi tres años en prisión se la atribuye a un engaño de terceras personas; la violencia verbal y física en la relación de pareja se la atribuye a la mujer, pese a las recurrentes denuncias penales en su contra. “No entiendo por qué tanto odio hacia mí”, dijo al finalizar su declaración, en la que negó todos los hechos que se le atribuyeron.
Condena y detención inmediata
F.A.D. llegó en libertad al juicio y, en el transcurso de la causa, solo estuvo privado de su libertad durante 40 días. El fiscal Pablo Cistoldi en su alegato había solicitado que en el caso de una sentencia se lo detuviera inmediatamente, ya que con una pena “se incrementaría sensiblemente el peligro que F.A.D. intentara profugarse y así evitar su eventual cumplimiento en prisión”.
Una vez prununciaron la pena, los jueces Fissore, Deleonardis y Riquert ordenaron la inmediata detención de F.A.D. y su alojamiento en la cárcel de Batán, por entender que, aunque la condena no está firme, existía peligro de fuga por la elevada pena aplicada.